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Nuestra historia
Esta historia empezó por mí, un viejito peludo, cuando adopté a una pareja de humanos y al poco tiempo me volví su mejor amigo.
Todos los días me despierto temprano y saco a pasear a mi humana. Ella siempre me da de comer, aunque al principio no tenía tiempo para cocinarme y me compraba unas bolitas de harina que olían mejor de lo que sabían.
Poco después, mi veterinario le recomendó que me diera la dieta BARF y cuando escuché la palabra “dieta” tuve que empezar a ladrar: “¡barf-barf!, ¿Cómo que dieta?”.
Pero mi humana no me entendió y empezó a prepararme la dieta BARF, investigó mucho y aprendió cual era la mejor para mí, pero yo seguía muy poco convencido del cambio.
Llegó el día de empezar la dieta y cuando olí la carne, las verduras y las frutas me di cuenta que eran las mismas que las de mis humanos, pero con los deliciosos huesos que me encantan así que decidí darle una oportunidad.
Un par de semanas después me empecé a sentir mejor, tenía más energía para paseos y era más ágil cuando jugaba a la pelota, mi pelo brillaba más y me veía más guapo. Además, y esta es la mejor parte, como huelo más rico todos los humanos me quieren acariciar y apapachar.
Todo esto se lo platiqué a todo perro que me encontraba y poco a poco se fue corriendo el ladrido “Barf-Barf”.